Saturday 18 June 2011

Monzón


17 de junio
¡¡El monzón ha llegado!! Y Calcuta es una charca de agua que si no se vacía pronto se volverá fétida, maloliente, insalubre y todos los sinónimos que se os ocurran que impliquen que no es sano andar por ella.
Esta mañana me levanté para ir a misa (como prometido) a las cinco y media y ya empezaba a llover. Son las dos y media de la tarde, y no ha parado desde entonces. Al salir de trabajar, una de mis compañeras no quería andar de vuelta al centro y hemos cogido un taxi para ir a comer a un restaurante. En el restaurante estaban sacando agua a cubos, así que han tardado una hora en servirnos, cuando normalmente tardan quince minutos. El sitio en cuestión está a cinco minutos de mi hotel, así que al acabar me dije que para qué coger un taxi. ¡A andar! Ingenua de mí, cuando he conseguido llegar parecía que venía de la guerra. En Sudder Street el agua llegaba por encima de la rodilla y he estado a punto de caerme (sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta, puaj) un par de veces porque como no ves NADA (el agua tiene un color bastante sospechoso, y no quiero ni empezar a pensar por qué será), pues te tragas aceras y hoyos, amén de objetos varios que anden flotando por ahí. Asqueroso. Y todavía he tenido suerte. Una voluntaria que trabaja también en Shishu Bavan me ha dicho que ella volvió andando. A los dos minutos tuvo que coger un rickshaw porque el agua le llegaba a la cintura. ¡A la cintura! Se supone que mañana tengo que pasar por ahí para ir a trabajar. Y hablando de trabajar, esta tarde tenía dispensario. Pero el dispensario está en un bajo y estará más que probablemente anegado. No vamos a ir porque no podemos trabajar allí, pero yo me pregunto: ¿qué va a pasar con esa gente? Con las heridas que tienen en las piernas, que las tienen en carne viva, ¿cómo se pondrán esas úlceras cuando no les quede otra que andar por calles anegadas de agua pútrida? Tenemos que encontrar una manera de poder tratarles. Ahora es cuando están en más peligro.

17 de junio, un poco más tarde
Antes de que se me olvide. Otra palabra para el diccionario: CAT. Significa… ¡cama! Curioso.
Bueno efectivamente no hemos podido ir a trabajar. Peor aún, como bien ha dicho Bárbara, una de las doctoras que está en el dispensario conmigo, dime tú de qué sirve curarles. Si viven en la calle y en dos minutos, con el agua, la venda se le va a quitar y la herida se le va a infectar de todas. Hasta que el monzón no pase, no tiene sentido. ¡Por Dios! Qué impotencia. Además, el dispensario está pegando con un slum. Una voluntaria ha estado en la zona esta mañana y me ha dicho que el agua llevaba una cantidad de porquería… ingente. Vamos, que peor no podía ser. 
La paradoja es que como estamos obligados a quedarnos en el hotel, los voluntarios hemos organizado una tarde de lo más… frívola. Hemos decidido preparar un cubo de sangría (tropical, con mango y plátano, riquísima nos ha quedado). Nos hemos atrincherado y para no tener que volver a pasar por las calles anegadas hemos encargado comida por teléfono. Pero antes, un chico y yo hemos salido a comprar lo necesario para la sangría. Como buena española, estaba yo al cargo de prepararla. Tenía las zapatillas de deporte mojadas todavía de por la mañana, así que he cogido las chanclas.
Dos metros. Dos metros me han durado las jodías. A los dos pasos se han roto y he tenido que quitármelas y hacer el resto del camino… ¡descalza! Descalza en Calcuta. (Definitivamente, mi madre me mata. Mamá, lo siento, no me quedaba otra, ¡no tenía más zapatos!!Y te prometo que según he llegado a casa me he lavado a conciencia con mucho, mucho jabón).
Curiosamente, me hubiera dado mucho asco andar descalza en la Calcuta seca de ayer. Pero hoy, como era como meterte por un pantano, pues ni tan mal. Obviamente no me quiero parar a pensar en lo que he pisado, una quiere mantener una cierta tranquilidad mental un poco más. Pese a todo, insisto: podía haber sido peor.
He estado a punto de caerme otra docena de veces más y la gente por la calle hoy estaba de lo más graciosa: “¡Hello! ¡Hello! Do you like India? Good weather, eh?”. Será como el humor inglés, que no le pillo la gracia. ¿Podremos ir mañana a trabajar? Ni idea. De momento hoy no he salido ni para Internet. El cyber está a unos cien metros, pero el agua te sobrepasa la rodilla y definitivamente… no compensa. Ya iré mañana.

Wednesday 15 June 2011

Lugareña


14 de junio
Llevo más de cinco semanas en India y una ya siente que tiene la vida hecha aquí. Por la mañana, desayuno en la Mother’s House con todos los voluntarios. El desayuno, chai (té con leche), pan de molde (seco) y un plátano (con suerte grande, pero los he visto del tamaño del dedo corazón, jamás los había visto tan pequeños). Luego se reza un par de oraciones, se canta una canción y se despide a los voluntarios que se vayan a marchar ese día. Esa es la parte más triste.
Serán las circunstancias, será el tipo de gente que viene a hacer voluntariado. El caso es que las relaciones que se establecen aquí no siguen el proceso de una relación normal. Trabajas un día con un nuevo voluntario y ya te vas con él (o ella, pero no voy a estar poniendo él/ella cada vez, así que de ahora en adelante ya sabéis) a comer, a visitar algo y puede que incluso a cenar. Si encima se organiza una quedada, pues ya has pasado el día entero con él. A los dos días ya estás lista para compartir habitación con él, lo que jamás harías en España.
Pero las conversaciones que se tienen aquí… esas conversaciones tienen mucha culpa. Hablas de cosas que apenas mencionas en España o de donde vengas. Hablas de Dios, de la vida, de tu futuro, de qué te impulsó a venir a la India. De hecho, hoy ha sido una de las pocas veces que he hablado sobre salir de fiesta. Parece algo tan trivial aquí, tan… que no viene a cuento, vaya. El caso es que se crean lazos muy fuertes entre los voluntarios.
Y claro, cada día llegan nuevos voluntarios, pero también cada día se van. Es como la vida misma, unos llegan y otros se van, y la vida sigue igual, un día te llenan la existencia y al día siguiente ya no están, lo notas por un rato pero luego enseguida te adaptas a la nueva situación. Conoces mucha gente, y cada persona te enriquece un poco más, porque compartes cosas importantes. Ayer, por ejemplo, junto con una chica española y otra chilena, nos sentamos a decidir nuestro futuro. Así, tal cual. Compramos unas cervezas, preparamos papel y lápiz, y nos pusimos a hacer la famosa lluvia de ideas para averiguar qué queríamos de nuestra vida. No sé, es algo que no te paras a hacer en España con dos perfectas desconocidas.
Sigo con la rutina de cada día, que si no me pongo sentimental. El desayuno es hasta las siete y media. A las 8 se empieza a trabajar. A las diez es el tea time, y normalmente las masis (las mujeres que trabajan con las Misioneras de la Caridad que no son monjas) cinco minutos antes ya te están echando para que vayas a por tu té. A veces parece que les molestamos más que les ayudamos. Sobre todo los primeros días. Tienen un sistema de trabajo determinado y el hecho de que estés revoloteando alrededor las pone de los nervios. Pero claro, te intentan decir algo en bengalí y te quedas igual, y es muy frustrante. Al principio. Luego le pillas el truco y hasta aprendes algunas palabras, las más básicas. Suficientes para comunicarte con ellas. Mi típica conversación sería:
Yo: good morning, sami. Amalam Sara. Today (gesto con el brazo indicando hoy, o eso espero), wash? (gesto haciendo como que lavo)
Sami: aa (gesto típico indio, ladean la cabeza para decir que sí, que vale, pero hasta que lo pillas sufres unos cuantos malentendidos, porque parece que dice que no). Chalo!
Ya.
(He dicho básico).
Bueno pero aquí va un diccionario de las palabras que sé.

Amalam: me llamo
Ami: yo
Aste: espera, para.
Bos: siéntate (muy útil para las clases de los más chicos, pequeños diablos…)
Calque: mañana
Chalo: venga, vamos
Donovat: gracias
Kana: comer
Jamba: cabra (hay una palabra casi idéntica a jamba que significa beso en bengalí, pero sólo consigo acordarme de esta).
Pani: agua

Y ya. Pero no solo hay que aprender bengalí. También hay que aprender a rezar en inglés. O a mí por lo menos me ha tocado. La semana pasada, mientras hacía la colada (de los 70 niños que hay en la casa en que trabajo, Shishu Bavan), estaban conmigo dos monjas. Para aprovechar el tiempo, se pusieron a rezar el rosario y me invitaron a rezarlo con ellas. Yo les dije que no sabía y ellas me dijeron que no pasaba nada, que lo rezara en mi lengua. Insistí en que no sabía, ni siquiera en mi lengua, y me preguntaron sorprendidas, ¿pero tú no eres católica? Yo no sabía dónde meterme, les dije que sí, sólo que no muy buena. Entonces decidieron poner en práctica su nombre (Misioneras de la Caridad) y convertirme en una católica como Dios manda.
Hacer la colada no es fácil. Y era mi primer día. Te meten en una pila enorme que llenan de agua (y de ropa) y tienes que saltar y hacer jogging (así me lo dijeron, literalmente) encima de la ropa. Si encima lo haces aprendiendo a rezar el rosario en inglés, te mueres. Trastabillando, preguntando cada dos por tres qué tocaba rezar, cuántas veces había que decirlo, cómo se decía en inglés, llegó la hora del tea time más rápido que nunca. Pensé que la cosa quedaba ahí. Ingenua de mí. Ayer, mientras raspábamos camas (todavía quedan. La hermana me dijo la semana pasada que en dos semanas se acababan. Hoy me ha vuelto a decir lo mismo. Y yo no dejo de ver camas con la pintura quitada. Creo que sueño con ellas) vino una de esas monjas. Me propuso rezar el rosario, ya que yo le prometí aprender a hacerlo. Digamos que lo prometí con la boca chica, no pensé tener que ponerlo en práctica. Así que me tuvo que volver a guiar durante todo el rezo. No es que me riñera por no haberlo aprendido, faltaba más. Pero la cara de decepción que puso me partió el alma y esta mañana antes de ir a Shishu Bavan me dediqué a memorizar el Padre Nuestro en inglés. Y mira tú por dónde, hoy no vino a rezar conmigo. Así que cuando me la crucé yo toda orgullosa se lo recité. Según acabé, me dijo: ¡Muy bien! Ahora podrás venir todas las tardes a rezar el rosario (todas las tardes, a las seis y media, muchos voluntarios van a la Adoration, a rezar el rosario). Yo ya estaba arrepintiéndome interiormente de haberme aprendido la oración cuando de repente se le iluminó la cara y me dijo, ¡y a la misa de la mañana también!
Ah, no. La misa de la mañana no. Es a las seis de la mañana y las seis es MUY temprano para mí. Me volvió a poner su cara de decepción y me volvió a partir el corazón, pero siendo realistas no iba a ir, así que como pude le dije que no.
Hay muchos voluntarios que se levantan a las cinco y media para ir. Yo me levanto una hora más tarde. Suena muy temprano, pero en realidad no es tanto, porque amanece muy pronto. En todo caso, me costaría mucho tener que levantarme una hora antes para ir a misa. Y muchos voluntarios sí que lo hacen porque son mucho más católicos que yo. También los hay ateos, pero la mayoría son buenos católicos. Sobre todo me impactan los americanos. Os acordáis de las mujercitas, ¿no? Pues son de un estilo. Cuando vamos al restaurante todos juntos, suelo ser la única que no da gracias antes de empezar a comer. Te sientes hasta mal.

15 de junio
Según he entrado a trabajar, la monja ha venido directamente a mí y me ha dicho que no he ido a misa esta mañana. Ha vuelto a poner esa cara que me parte el alma. Y me ha dicho que ha rezado por mí (es oficial, soy una oveja descarriada). Me he sentido tan mal que ya le he dicho a mi compañera de habitación que el viernes sin falta me levanto con ella. Iré a misa, hala. Está decidido. Pero sólo una vez, ¿eh? Cualquier cosa con tal de que no me vuelva a poner esa cara.
Por cierto que el viernes viene el monzón. Lleva avisando un par de días, que ha llovido más de lo normal. Por lo visto la calle de mi hotel es una de las que peor se ponen. Quizás sólo podré salir en rickshaw, el carrito tirado por un hombre, pues son los únicos vehículos que pueden andar por las calles anegadas por encima de la rodilla. A lo mejor en España te meterías. Aquí sería un suicidio, con toda la mierda que hay acumulada en las calles. Total, que no nos va a quedar más remedio que usar el rickshaw para ir a trabajar, probablemente. Hoy ya lo hemos cogido para volver al hotel. Vas como un maharajá ahí arriba, pero te sientes fatal de ver al pobre hombre tirando de ti como si fuera un buey. Por otra parte, de todos los que se dedican a los medios de transporte, son los más pobres, y si no los usas se mueren de hambre. Están todos esqueléticos. ¿Qué hacer? Menos mal que con el monzón, con esto de que son los únicos que pueden andar por las calles, se forran.

Monday 6 June 2011

Darjeeling, la puerta del Himalaya


6 de junio
Hay muchísimas agencias de viaje en Sudder Street. Muchíisimas. Y todas ofrecen billetes de tren a Darjeeling. Pero a nosotras nos habían dicho que nos iban a cobrar una comisión de 200 rupias (que vienen a ser menos de cuatro euros), y por eso, la mar de indignadas por semejante timo, decidimos ser más listas que nadie e ir a la estación de tren a comprarlos nosotras mismas. Así que una tarde después de trabajar cogimos un autobús para Howrah, la estación más grande de Calcuta.
Lo que sigue es verídico. Llegamos allí, aguardamos diez minutos en una cola, solicitamos un billete para Darjeeling. Nos dijeron que era en el edificio adyacente, primer piso. Fuimos al edificio adyacente, primer piso, y nos dijeron que no era en ese sino en el edificio de al lado, segundo piso. Antes de molestarnos en subir las escaleras preguntamos abajo, por si acaso. El billete que buscábamos lo podíamos conseguir en el tercer piso, mostrador número 8. Tras quince minutos de cola en el 8, y de luchar porque nadie se colara (había una señora muy, pero que muy hábil, que acabó pasando primero, y eso que teníamos el mostrador cercado), nos dijeron que era en el 14, en el mostrador especial para señoritas que viajan solas (literal). En el 14 no tuvimos que esperar cola, pero tampoco era allí, así que nos mandaron al 9.
Ya no había más mostradores, tenía que ser ese por fuerza. Pues no. Como éramos turistas, no podíamos comprar el billete en la estación de tren con adelanto, nos informó el señor, todo amabilidades. Teníamos que ir a una dirección por donde Shiva (que estamos en India) perdió la chancla y solicitarlo allí, pero sólo el día antes.
Nos íbamos el martes, así que el lunes, a las 10 menos cuarto (abrían a las 10), ya estábamos allí haciendo cola. A en punto entramos todos empujándonos. Cogimos número y… la electricidad no funcionaba. No consiguieron encender ni un solo ordenador. Llegó un escuadrón de técnicos y tres o cuatro militares, con las metralletas colgando (están por toda la India y les encanta cargar con esos juguetitos). Tardaron una hora y media en arreglarlo. La gente, resignada, se dormía esperando, pero a nosotras nos hervía la sangre. Cuando por fin llegó nuestro turno, ni siquiera pudimos comprarle el billete a Fiona, porque no teníamos su pasaporte. A la tarde, Vivek lo arregló diciendo que él sabía de un sitio donde podría comprar el billete por el mismo precio, pero que entonces tendría que compartir la litera con una de nosotras.
El billete era de coche cama, porque el tren era nocturno. Fiona mide 1,80m, pero es muy delgada, así que, para que no pagara las 200 rupias extras, me ofrecí a compartir litera con ella. No podía ser tan malo, ¿no? Pues sí.
Dejadme explicaros cómo son los coches camas en India. Hay tres literas, con medio metro de altura de diferencia entre cada una. Quien duerma en la superior tiene que tener cuidado de no darse con los ventiladores. No hay donde guardar el equipaje, así que hay que auparlo y compartir cama con él. Fiona y yo pudimos meterlo debajo de la cama, pero dos personas en 60 centímetros de ancho de cama, se mire como se mire, no hay por dónde cogerlo. Diez horas duró el viaje. Diez horas eteeeernas. Cuando salí del tren no podía ni andar de los calambres que tenía en las piernas por haber pasado toda la noche tendida de lado. Me juré que jamás volvería a pasar por lo mismo. Ingenua de mí.
 Acabo de llegar de Darjeeling, esta vez en un autobús nocturno (no había trenes, estaban todos llenos, y este bus lo cogimos de puro milagrito). Volvíamos a Calcuta sólo Fiona y yo, porque Andrea y Karmele se habían ido a Varanasi (la antigua Benarés; han cambiado muchos nombres de ciudades. Por ejemplo Kolkata es Calcuta, Chennai es Madrás, Mumbai es Bombay, etc.). Y en el autobús había gente que no tenía asiento y viajaba de pie. Fiona, santa donde las haya, vio a una mujer así y le ofreció su asiento. La mujer le indicó que cabíamos las tres y ¡ya estábamos como a la ida! Sin aire acondicionado, a los dos minutos estábamos sudando a chorros. Menos mal que la mujer se bajó a las dos horas, porque si tengo que aguantar toda la noche así, me dan ocho mil infartos.
Después de tantos avatares, tengo que decir que a pesar de todo Darjeeling ha merecido la pena. Está arriba del todo, al noreste, entre Nepal, China (o Tíbet, mejor dicho), Bután y Bangladesh. En pleno Himalaya, a 2200 m de altura. La estación de tren está al nivel del mar. El resto lo subes en jeep, por unas carreteras que… yo a la media hora dejé de mirar por la ventana. El paisaje era espectacular, pero el vértigo que te daba también, y cuando venía otro coche y nos teníamos que arrimar a la orilla…ay.
En un momento dado, nos dimos cuenta de que… ¡hacía frío! Por primera vez en un mes sentí la necesidad de ponerme una sudadera. Pero no me había traído ninguna, ¿quién iba a pensar que cambiaría tanto el tiempo? Me he pasado una semana en manga corta con 15º, y muchas veces ha llovido. (Mamá, si lees esto, estoy bien. No he cogido ni un pequeño resfriado. Cómo quieres, con todo el calor que traía acumulado de Calcuta… no me ha hecho falta ponerme absolutamente nada).
Darjeeling es genial. Con decir que es lo opuesto a Calcuta. Era el antiguo lugar de vacaciones de los ingleses, y se nota que es una ciudad rica. Es preciosa, ¡y limpia! Tenía hasta papeleras en las calles, no digo más. Ni un mal olor. Encima, el centro estaba cortado a los coches, así que si queríamos no teníamos que escuchar ni un solo pitido de coches. Lo dicho, el cielo.
Hay muchísimas escuelas, y todos los niños van en uniforme. También tienen una universidad. De hecho, se nota que el nivel de educación de la gente es mucho más alto. Todo el mundo habla muy bien inglés, y era un gran cambio poder comunicarte de verdad con la gente. En Calcuta nunca estás segura de si han entendido bien lo que querías decir. Además nos dio la impresión de que se podía hablar con ellos. Casi no había mendigos, y en las tiendas no eran pesados. Podría seguir dando muchos, muchos detalles.
La mayoría de la gente es de origen nepalí o tibetano. No hablan bengalí. Darjeeling está gobernado por la administración de West Bengal, pero se quieren separar. Han tenido bastantes problemas en el pasado, aunque ahora las cosas están más calmadas y la lucha se hace de manera pacífica, a través de la política. Cada tienda, cada casa, tiene la inscripción y la bandera de “Gorkhaland”, la tierra de los Gorkhas, la región de Darjeeling. Están la mar de concienciados.
Lo mejor de Darjeeling es cuando las nubes se quitan. Entonces, la vista es preciosa. Está rodeado de montañas, de un verde increíble. Hay plantaciones de té hasta donde se extiende la vista. Darjeeling es conocido mundialmente por su té. Hay muchísimas variedades, y la verdad es que está riquísimo. Yo me he hecho adicta. Era toda una novedad poder tomarlo solo. En Calcuta en la mayoría de los sitios lo tomas con leche, es el llamado chai.
Otra novedad eran los pasteles. En Bengala hay una pastelería típica, no sé de qué está hecha pero no sabe nada parecido a cualquier cosa occidental. A mí personalmente no me gusta. En Darjeeling encontramos donuts de chocolate, ensaimadas, tartas, todo al más puro estilo francés. Riquísimo.
Como está tan cerca del Tíbet, la influencia del budismo es brutal. Hay muchísimos monasterios, la mayoría muy modestos, pero preciosos. En cuanto pueda subir alguna foto lo haré, es que aquí Internet es lentíisimo. Visitamos dos, recitamos un mantra, vimos estatuas de Buda y de otra diosa de cuyo nombre no me acuerdo pero que es la diosa de la compasión y del amor, con mil manos y un ojo en cada mano.
El plato fuerte fue Tiger Hill, una montaña de 2300m de altura. No es que sea muy grande. Pero es un mirador único. A las 4 de la mañana se coge un jeep que te deja allí para ver amanecer. Y cuando el sol aparece, la vista es simplemente grandiosa. Nosotros no pudimos ver todo y aún así fue genial. Primero una nube va adquiriendo tonos dorados. Luego, poco a poco va apareciendo el disco solar y conforme va subiendo en el cielo, va iluminando unas crestas u otras. Entre las iluminadas está la de uno de los ochomiles, empieza por K pero ahora no me acuerdo, luego lo miro en Internet. Sólo pude ver esa y otra más. Pero fue absolutamente espectacular.
Cada vez que una cresta aparecía la gente silbaba y aplaudía. Quisimos hacernos una foto de grupo y le pedimos a un lugareño que la tomara. Craso error. Se nos empezó a acoplar gente en la foto, y cuando por fin la sacó, de repente aparecieron una docena de cámaras indias más. Parecíamos actores famosos, todos querían hacerse fotos con nosotros. Especialmente conmigo. Quiero pensar que por mi belleza natural y no por el hecho de ir vestida con pantalón corto, camiseta sin mangas… y una bufanda como chal y otra que me cubría la cabeza. Vamos, que iba preciosa. Qué queréis, eran las cuatro de la mañana y estábamos en plena montaña. Una tiene que cuidar su salud por encima del todo. Y aquí en India la verdad es que todos nos hemos relajado bastante en cuidar nuestro aspecto. Cuanto peor vayas, mejor. Así te miran menos por la calle.
La bajada a Darjeeling la hicimos andando. Eran once kilómetros pero se hicieron muy cortos, paramos dos veces a tomar té, a visitar un monasterio, a hacer fotos del paisaje…
Por la tarde visitamos una plantación de té. Podíamos ir a una pequeñita al lado de Darjeeling o seguir bajando y ver una más grande. El problema cuando queríamos visitar algo que estaba montaña abajo era que siempre pensábamos en la vuelta, cuando todo sería cuesta arriba. Y es que esas cuestas son para echar para atrás a cualquiera. Son prácticamente verticales. Calcuta es todo plano, lo que quiere decir que he estado un mes sin subir una sola cuesta arriba. Así que al segundo día las agujetas me estaban matando. A pesar de todo visitamos la mayoría de las cosas, era tan bonito que merecía la pena. El centro de refugiados tibetanos, pero eso lo dejaré aparte porque llevaría demasiado. El jardín botánico, supuestamente famoso por sus orquídeas, pero no era la estación adecuada. De hecho, por una semana no hemos pillado la estación adecuada. Te frustra bastante pensar que por siete u ocho días no puedes ver un paisaje que se adivina grandioso cuando las nubes se levantan un poco. Así que no hagáis lo que yo. Si alguna vez vais a Darjeeling, que sea de febrero a mayo, o de septiembre a diciembre. Entonces no habrá nubes y podréis apreciar su belleza en su justa medida.
Yo, de momento, ya lo he dejado atrás y estoy de nuevo en Calcuta. Pero la experiencia ha sido tan buena que quizá me plantee otro viaje.