Monday 6 June 2011

Darjeeling, la puerta del Himalaya


6 de junio
Hay muchísimas agencias de viaje en Sudder Street. Muchíisimas. Y todas ofrecen billetes de tren a Darjeeling. Pero a nosotras nos habían dicho que nos iban a cobrar una comisión de 200 rupias (que vienen a ser menos de cuatro euros), y por eso, la mar de indignadas por semejante timo, decidimos ser más listas que nadie e ir a la estación de tren a comprarlos nosotras mismas. Así que una tarde después de trabajar cogimos un autobús para Howrah, la estación más grande de Calcuta.
Lo que sigue es verídico. Llegamos allí, aguardamos diez minutos en una cola, solicitamos un billete para Darjeeling. Nos dijeron que era en el edificio adyacente, primer piso. Fuimos al edificio adyacente, primer piso, y nos dijeron que no era en ese sino en el edificio de al lado, segundo piso. Antes de molestarnos en subir las escaleras preguntamos abajo, por si acaso. El billete que buscábamos lo podíamos conseguir en el tercer piso, mostrador número 8. Tras quince minutos de cola en el 8, y de luchar porque nadie se colara (había una señora muy, pero que muy hábil, que acabó pasando primero, y eso que teníamos el mostrador cercado), nos dijeron que era en el 14, en el mostrador especial para señoritas que viajan solas (literal). En el 14 no tuvimos que esperar cola, pero tampoco era allí, así que nos mandaron al 9.
Ya no había más mostradores, tenía que ser ese por fuerza. Pues no. Como éramos turistas, no podíamos comprar el billete en la estación de tren con adelanto, nos informó el señor, todo amabilidades. Teníamos que ir a una dirección por donde Shiva (que estamos en India) perdió la chancla y solicitarlo allí, pero sólo el día antes.
Nos íbamos el martes, así que el lunes, a las 10 menos cuarto (abrían a las 10), ya estábamos allí haciendo cola. A en punto entramos todos empujándonos. Cogimos número y… la electricidad no funcionaba. No consiguieron encender ni un solo ordenador. Llegó un escuadrón de técnicos y tres o cuatro militares, con las metralletas colgando (están por toda la India y les encanta cargar con esos juguetitos). Tardaron una hora y media en arreglarlo. La gente, resignada, se dormía esperando, pero a nosotras nos hervía la sangre. Cuando por fin llegó nuestro turno, ni siquiera pudimos comprarle el billete a Fiona, porque no teníamos su pasaporte. A la tarde, Vivek lo arregló diciendo que él sabía de un sitio donde podría comprar el billete por el mismo precio, pero que entonces tendría que compartir la litera con una de nosotras.
El billete era de coche cama, porque el tren era nocturno. Fiona mide 1,80m, pero es muy delgada, así que, para que no pagara las 200 rupias extras, me ofrecí a compartir litera con ella. No podía ser tan malo, ¿no? Pues sí.
Dejadme explicaros cómo son los coches camas en India. Hay tres literas, con medio metro de altura de diferencia entre cada una. Quien duerma en la superior tiene que tener cuidado de no darse con los ventiladores. No hay donde guardar el equipaje, así que hay que auparlo y compartir cama con él. Fiona y yo pudimos meterlo debajo de la cama, pero dos personas en 60 centímetros de ancho de cama, se mire como se mire, no hay por dónde cogerlo. Diez horas duró el viaje. Diez horas eteeeernas. Cuando salí del tren no podía ni andar de los calambres que tenía en las piernas por haber pasado toda la noche tendida de lado. Me juré que jamás volvería a pasar por lo mismo. Ingenua de mí.
 Acabo de llegar de Darjeeling, esta vez en un autobús nocturno (no había trenes, estaban todos llenos, y este bus lo cogimos de puro milagrito). Volvíamos a Calcuta sólo Fiona y yo, porque Andrea y Karmele se habían ido a Varanasi (la antigua Benarés; han cambiado muchos nombres de ciudades. Por ejemplo Kolkata es Calcuta, Chennai es Madrás, Mumbai es Bombay, etc.). Y en el autobús había gente que no tenía asiento y viajaba de pie. Fiona, santa donde las haya, vio a una mujer así y le ofreció su asiento. La mujer le indicó que cabíamos las tres y ¡ya estábamos como a la ida! Sin aire acondicionado, a los dos minutos estábamos sudando a chorros. Menos mal que la mujer se bajó a las dos horas, porque si tengo que aguantar toda la noche así, me dan ocho mil infartos.
Después de tantos avatares, tengo que decir que a pesar de todo Darjeeling ha merecido la pena. Está arriba del todo, al noreste, entre Nepal, China (o Tíbet, mejor dicho), Bután y Bangladesh. En pleno Himalaya, a 2200 m de altura. La estación de tren está al nivel del mar. El resto lo subes en jeep, por unas carreteras que… yo a la media hora dejé de mirar por la ventana. El paisaje era espectacular, pero el vértigo que te daba también, y cuando venía otro coche y nos teníamos que arrimar a la orilla…ay.
En un momento dado, nos dimos cuenta de que… ¡hacía frío! Por primera vez en un mes sentí la necesidad de ponerme una sudadera. Pero no me había traído ninguna, ¿quién iba a pensar que cambiaría tanto el tiempo? Me he pasado una semana en manga corta con 15º, y muchas veces ha llovido. (Mamá, si lees esto, estoy bien. No he cogido ni un pequeño resfriado. Cómo quieres, con todo el calor que traía acumulado de Calcuta… no me ha hecho falta ponerme absolutamente nada).
Darjeeling es genial. Con decir que es lo opuesto a Calcuta. Era el antiguo lugar de vacaciones de los ingleses, y se nota que es una ciudad rica. Es preciosa, ¡y limpia! Tenía hasta papeleras en las calles, no digo más. Ni un mal olor. Encima, el centro estaba cortado a los coches, así que si queríamos no teníamos que escuchar ni un solo pitido de coches. Lo dicho, el cielo.
Hay muchísimas escuelas, y todos los niños van en uniforme. También tienen una universidad. De hecho, se nota que el nivel de educación de la gente es mucho más alto. Todo el mundo habla muy bien inglés, y era un gran cambio poder comunicarte de verdad con la gente. En Calcuta nunca estás segura de si han entendido bien lo que querías decir. Además nos dio la impresión de que se podía hablar con ellos. Casi no había mendigos, y en las tiendas no eran pesados. Podría seguir dando muchos, muchos detalles.
La mayoría de la gente es de origen nepalí o tibetano. No hablan bengalí. Darjeeling está gobernado por la administración de West Bengal, pero se quieren separar. Han tenido bastantes problemas en el pasado, aunque ahora las cosas están más calmadas y la lucha se hace de manera pacífica, a través de la política. Cada tienda, cada casa, tiene la inscripción y la bandera de “Gorkhaland”, la tierra de los Gorkhas, la región de Darjeeling. Están la mar de concienciados.
Lo mejor de Darjeeling es cuando las nubes se quitan. Entonces, la vista es preciosa. Está rodeado de montañas, de un verde increíble. Hay plantaciones de té hasta donde se extiende la vista. Darjeeling es conocido mundialmente por su té. Hay muchísimas variedades, y la verdad es que está riquísimo. Yo me he hecho adicta. Era toda una novedad poder tomarlo solo. En Calcuta en la mayoría de los sitios lo tomas con leche, es el llamado chai.
Otra novedad eran los pasteles. En Bengala hay una pastelería típica, no sé de qué está hecha pero no sabe nada parecido a cualquier cosa occidental. A mí personalmente no me gusta. En Darjeeling encontramos donuts de chocolate, ensaimadas, tartas, todo al más puro estilo francés. Riquísimo.
Como está tan cerca del Tíbet, la influencia del budismo es brutal. Hay muchísimos monasterios, la mayoría muy modestos, pero preciosos. En cuanto pueda subir alguna foto lo haré, es que aquí Internet es lentíisimo. Visitamos dos, recitamos un mantra, vimos estatuas de Buda y de otra diosa de cuyo nombre no me acuerdo pero que es la diosa de la compasión y del amor, con mil manos y un ojo en cada mano.
El plato fuerte fue Tiger Hill, una montaña de 2300m de altura. No es que sea muy grande. Pero es un mirador único. A las 4 de la mañana se coge un jeep que te deja allí para ver amanecer. Y cuando el sol aparece, la vista es simplemente grandiosa. Nosotros no pudimos ver todo y aún así fue genial. Primero una nube va adquiriendo tonos dorados. Luego, poco a poco va apareciendo el disco solar y conforme va subiendo en el cielo, va iluminando unas crestas u otras. Entre las iluminadas está la de uno de los ochomiles, empieza por K pero ahora no me acuerdo, luego lo miro en Internet. Sólo pude ver esa y otra más. Pero fue absolutamente espectacular.
Cada vez que una cresta aparecía la gente silbaba y aplaudía. Quisimos hacernos una foto de grupo y le pedimos a un lugareño que la tomara. Craso error. Se nos empezó a acoplar gente en la foto, y cuando por fin la sacó, de repente aparecieron una docena de cámaras indias más. Parecíamos actores famosos, todos querían hacerse fotos con nosotros. Especialmente conmigo. Quiero pensar que por mi belleza natural y no por el hecho de ir vestida con pantalón corto, camiseta sin mangas… y una bufanda como chal y otra que me cubría la cabeza. Vamos, que iba preciosa. Qué queréis, eran las cuatro de la mañana y estábamos en plena montaña. Una tiene que cuidar su salud por encima del todo. Y aquí en India la verdad es que todos nos hemos relajado bastante en cuidar nuestro aspecto. Cuanto peor vayas, mejor. Así te miran menos por la calle.
La bajada a Darjeeling la hicimos andando. Eran once kilómetros pero se hicieron muy cortos, paramos dos veces a tomar té, a visitar un monasterio, a hacer fotos del paisaje…
Por la tarde visitamos una plantación de té. Podíamos ir a una pequeñita al lado de Darjeeling o seguir bajando y ver una más grande. El problema cuando queríamos visitar algo que estaba montaña abajo era que siempre pensábamos en la vuelta, cuando todo sería cuesta arriba. Y es que esas cuestas son para echar para atrás a cualquiera. Son prácticamente verticales. Calcuta es todo plano, lo que quiere decir que he estado un mes sin subir una sola cuesta arriba. Así que al segundo día las agujetas me estaban matando. A pesar de todo visitamos la mayoría de las cosas, era tan bonito que merecía la pena. El centro de refugiados tibetanos, pero eso lo dejaré aparte porque llevaría demasiado. El jardín botánico, supuestamente famoso por sus orquídeas, pero no era la estación adecuada. De hecho, por una semana no hemos pillado la estación adecuada. Te frustra bastante pensar que por siete u ocho días no puedes ver un paisaje que se adivina grandioso cuando las nubes se levantan un poco. Así que no hagáis lo que yo. Si alguna vez vais a Darjeeling, que sea de febrero a mayo, o de septiembre a diciembre. Entonces no habrá nubes y podréis apreciar su belleza en su justa medida.
Yo, de momento, ya lo he dejado atrás y estoy de nuevo en Calcuta. Pero la experiencia ha sido tan buena que quizá me plantee otro viaje.

1 comment:

  1. ¡Qué envidia de post! me alegro de que tengas tiempo para visitar lugares como el que describes, y no sea todo trabajo duro.

    PD: Seguramente el ochomil que divisásteis fuera el Kanchenjunga, porque el K-2 está por la parte de China

    Espero que te cargue la foto con tu conexión

    http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Kanchenjunga_India.jpg

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