Sunday 24 July 2011

Last day

Es que fue uno de esos días en que todo se junta: me levanté a las cinco y media para ir a misa; luego estuvimos raspando camas en Shishu. Después del té, estaba paseando hablando con las massis cuando la hermana nos llamó, que si queríamos ir a una función a la que los niños estaban invitados, para controlarlos. Dijimos que sí y allá que fuimos. Hubo discursos, concursos de recitales de poesía en bengalí (que los niños vivían cuando las declamaban; qué pena que no entendiéramos nada) y, sobre todo, danza: el público se volvía loco con las canciones (adivinad cuáles… sí, efectivamente, las de la película que fuimos a ver. Asombradísima estaba yo de que hubieran escogido precisamente esas). Total, que entre una cosa y otra, eran las dos de la tarde cuando llegué al hotel. Había quedado con mi compañera de habitación una hora y media antes, porque se volvía ayer a España, para comer juntas por última vez. Era también el último día de Christa; así que también se vino. Comí en cinco minutos, porque a las dos y cuarto había quedado con Bárbara para ir al dispensario. Encima se me indigestó la comida porque fue cuando me enteré de lo de David, el chico del tren. Bárbara por supuesto no fue al dispensario porque estaba con él. Y por supuesto ayer el dispensario estaba a tope. De cinco que estábamos, tres eran nuevas, otra era yo (que cuento como media) y el único que funcionaba a tope era un enfermero. Terminamos tres cuartos de hora más tarde de lo normal, con el encargado echándonos a escobazos porque tenía que cerrar. Volví corriendo con otra voluntaria, porque habíamos quedado para ir a ver un concierto de música tradicional bengalí e íbamos con media hora de retraso.
El concierto estuvo muy bien, si no fuera porque no tenía el ánimo para disfrutarlo. Ya subiré las fotos, pero era un tipo de música relajante, que invitaba a la meditación (o a una siesta si estabas muy cansado), con un cantante cuya voz se confundía con la especie de violín que un músico tocaba a su lado (su sonido era como un lamento… podía ser agradable o desquiciante. Una vez más, todo dependía del ánimo que tuvieras en ese momento). Todas las canciones empezaban muy suaves y acababan en una especie de clímax. Y el canto del vocal se parecía un poco al flamenco andaluz, con mucho gorjeo y sosteniendo mucho la nota. Como dijimos todos, fue… interesante. No fue el concierto más alucinante al que haya ido en mi vida, pero tampoco estuvo mal. Decididamente, interesante es la definición ideal.

Días después...

Estoy sentada en el aeropuerto de Moscú, y sólo hago revivir mi estancia en Shishu Bavan. Cómo me gustaría estar allí ahora mismo. Echo de menos a mis niños, sobre todo a Shiny, que en cuanto me veía venía corriendo hacia mí con esa sonrisilla pícara que tenía dibujada siempre en la cara y me plantaba un beso todo húmedo en la mejilla. Para comérsela, yo me la hubiera traído para España escondida en la maleta. Y Marelda, que siempre saltaba en la colchoneta grande esperando a que la cogiera en brazos y la tirara encima. Nilam lloró porque me iba. Jamás pensé que lo haría. Era mi fotógrafa personal, en los viajes siempre nos sentábamos juntas, pero con tantos voluntarios como pasan por el centro, no me lo esperaba. Y me partió el corazón. Le he prometido que le escribiría. Tengo una amiga que va a ir a Calcuta pronto, le daré la carta a ella. Adelanto más así que mandándola por correo, que tarda un mes.
Tampoco me esperaba lo de Shonda, la massi con la que hacía la lavandería. Manda narices, con lo seria que parecía, y cuando le dije que era mi último día, se le puso cara triste y me plantó dos besos en la cara, que todavía debo de tener la marca en el moflete. Para mí que es la forma más fuerte que tienen de despedirse, se le veía muy sentido.
Yo creo que es la manera que tienen de protegerse (lo de ser todo seriotas). Cada año llegan tropecientosmil voluntarios que al poco tiempo se van, y debe de ser muy duro encariñarse con alguno. Pero yo tuve la suerte de quedarme dos meses y además les hizo tanta gracia que intentara aprender bengalí que enseguida me vieron con mejores ojos. Yo andaba dando vueltas por Shishu con mi libro de “Aprende bengalí en un mes” en mano y cada vez que me cruzaba alguna la paraba, abría el libro y le decía las cuatro palabras que había aprendido esa mañana. Se reían de mí todo el rato. Pero eso también me hizo hablar más con ellas, con todas en general, y no sé si será coincidencia o no, el caso es que ahora hay menos peleas con Regina. Estoy casi segura de que tuve algo de culpa ahí. Porque en la última semana no ha reñido casi con las otras massis, y al final la hermana no la ha despedido. Con lo cual estoy la mar de feliz.
Los últimos días la muchacha me trajo galletas para el desayuno, y me las daba cuando nadie miraba. Desde luego, qué generosa es esta gente. Porque justo la última tarde que estuve en Shishu recibían la paga del mes y yo vi cómo cobraban. Esperaban a la puerta de la sister y una a una iban entrando y recibiendo el sobrecito.  Muy orgullosa Sumitra me enseñó cuánto: 3950 rupias. No está mal, a ver, se puede vivir con eso en Kolkata, pero si lo traducimos, en realidad no llega a los 70 euros. ¡Al mes! Y aún así Regina se para a comprarme galletitas.
Estoy un poco grogui por el viaje que he hecho, así que ahora mismo voy escribiendo según me voy acordando de las cosas… Por ejemplo, viniendo a Moscú iba mirando el mapa de por dónde íbamos pasando. Hemos sobrevolado Pakistán, Afganistán, Uzbequistán, y por supuesto, Rusia. Afganistán es… ahora entiendo por qué no fueron capaces de encontrar a Bin Laden ahí. Con tanta montaña… ¡normal! Ni un poblado se veía. Cuando pasamos por Kabul, casi ni me enteré. Luego, desierto. Diréis que normal que no viera nada, que iba en un avión. Pero es que volábamos muy bajo. De hecho, un poco más adelante vi perfectamente campos de labranza y muchos pueblos. Por eso deduje que habíamos dejado Afganistán. También atravesamos un mar interior, no sé cuál… ¡mi geografía está bastante peor de lo que pensaba!
Y ahora estoy en Rusia, que parece coña. Y son tan… rusos que me hace muchísima gracia. Se les ve de lejos, tan altos y tan… pálidos. En la India no duraban ni tres asaltos. Con un carácter por cierto que telita. En el Duty Free había una dependienta que no paraba de resoplar y de poner caras cada vez que un inocente cliente (chino y  pequeñito, ¡pobre!) le ponía cosas que quería comprar en su mostrador. Pensé que se lo iba a cargar si ponía un solo objeto más.
Creo que gracias se dice spasivo o algo así. Evidentemente no se lo pregunté a esa dependienta.
Se acabó la aventura de la India. Toda la gente me preguntó que si voy a volver. Y por supuesto, he dicho que sí. Pujita, una de las niñas que bailaron, me dijo que vale, que last day, el sábado, pero que el lunes volviera. Le expliqué unas ocho veces lo que significaba “último día”, pero luego me di cuenta de que lo había entendido a la primera. Le tuve que acabar diciendo que no iba a ser posible. Y lo que me parte el corazón es que cuando vuelva ella ya no estará. Ni nadie de su grupo: los gemelos, Pritash y Pritam, tan parecidos que siempre tenía que preguntar quién era quién; Nandanan, la niña que se moría de risa cada vez que le decía que el baile que había hecho era shundoor, shundoor, (precioso, precioso); ni siquiera Nilam, que a sus once años ha decidido ahora que quiere ser adoptada. Se va a Italia al año que viene, ya tiene familia y todo.
Es que ha sido perfecto y espero poder sentir de esta manera cuando llegue a España. Tres días después y todavía me parece ver a Nilam llorando, a Regina entrando y saliendo cada dos por tres. Primero en la lavandería me dio a escondidas su número de teléfono, y luego me hizo llamarla para ver si funcionaba o no. Dio la llamada, pero al día siguiente por la mañana alguien me llamó desde ese número preguntando por qué había llamado allí. O sea que no me sirve. Tampoco es que hubiera podido mantener grandes conversaciones con ella, visto mi limitado bengalí, pero bueno, cualquier forma de no perder el contacto con aquello es bienvenida en estos momentos.
No contenta con eso, después de hacerme llamar por teléfono Regina se fue a la lavandería y al rato volvió (yo no sé cómo Shonda no la mató esa tarde, tanto escabullirse) y pidió a Nilam papel y boli. Y me escribió su dirección. En… bengalí. Ahí la tengo, que la intenté descifrar pero no hay tu tía, obviamente. Tengo el alfabeto en mi súper libro de aprender bengalí en un mes, pero a mí todos los caracteres me parecen exactamente iguales.  
Sigo con mi delirio literario (sólo he dormido dos horas en un aeropuerto, y mal porque tenía miedo de no despertarme y perder el vuelo). La última noche Harry, el dueño de mi hotel, que nos mima como cosa mala, además de la tradicional samosa (típico snack indio, que nos ha estado dando cada noche para picar) me ofreció una habitación doble para mí sola. Yo esa noche supuestamente tenía que dormir en una mini habitación con Esther y Paloma, las voluntarias de Shishu Bavan (digo mini porque era individual y nos íbamos a plantar tres allí), y hete aquí que me da esa. ¡Hombre majo donde los haya! Le dije a Cora, mi compañera de habitación casi toda mi estancia, que se viniera la última noche, que tampoco era plan de pasarla sola.
El último día todos los voluntarios te cantan una canción que dice thank you, love you, miss you. Qué mal lo pasé. Pero por la noche fue peor, porque estábamos solo nosotros, el grupo de amigos, y me la volvieron a cantar y ahora mismo lloro de pensar en todo lo que dejé allí y lo feliz que he sido en estos dos meses.
Anteayer cogí el tren a Delhi por la mañana y aunque es muy barato, dura… veinticuatro horas. Que se me pasaron volando, y yo soy la primera sorprendida. Dormí casi todo el rato, tendría mucho que recuperar. O igual de pura perritis aguda. Pero sí que es verdad que el sábado había ido a trabajar mañana y tarde, porque quería aprovechar mi último día en Shishu. Y el viernes sólo fuimos dos voluntarios al dispensario, y por supuesto fue el día que eligieron los pacientes para venir en masa.
¡¡Veintitrés!! Limpiamos heridas a velocidades nunca vistas, pusimos parafina y betadine, vendamos... Menos mal que la mayoría de los casos ya estaban mejor. Porque otras veces vienen en un estado… El otro día saqué mis primeros gusanos. Doce animalitos en total. Bárbara me avisó que afuera había un hombre esperando y que tenía larvas. Automáticamente le dije, ni pienses que lo voy a hacer yo, en cuanto entre te lo quedas tú. A los dos minutos entró un viejecito la mar de entrañable con una herida en el tobillo. La parte de abajo la tenía negra, con agujeros. Me miró y movió el dedo imitando una lombriz. Mierda. ¡Casi me muero del susto! Pero tampoco lo iba a dejar ahí plantado al hombre, estaba feo. Así que, resignada, le pregunté a Bárbara qué había que hacer. Pedí fenol al encargado y pinza en mano me puse a excavar en la carne negra del señor en busca de las dichosas larvitas. Las dos primeras me dieron mucho asco, pero luego le pillé el gusto y me propuse no dejar una sola que molestara al pobre hombre. Lo cual me demuestra que tengo mucho más estómago del que pensaba. Y el viernes estaba genial el señor, que solo le sacamos dos bichitos. Ese día fue como mi bautizo de fuego. No podía pasar los pacientes que estaban peor al otro voluntario, o no acabaríamos nunca, así que tuve que hacer de todo.
Y ayer en Delhi, fue simplemente excelente. Me encontré con dos voluntarios de Shishu, que habían seguido viajando por India, y me llevaron a Haus-kha Village, a las afueras de Delhi, donde había un complejo que antaño había sido una madraza (una universidad) y un lago precioso, aparte de unas mil boutiques. Y fue genial encontrarse con alguien a más de mil kilómetros de distancia, y encima voluntarios, que recordemos que con dos días que nos conociéramos ya éramos íntimos.
Aquí estoy, en el aeropuerto de Moscú. Esta noche me quedaré a casa de otra voluntaria, la española que apareció antes de tiempo en el hotel. ¿Se nota que intento alargar la ilusión de India lo más posible? Me acuerdo de la primera semana en Kolkata, cuando me quería ir a cualquier precio. Y mira ahora. Dicen que la India te conquista o te repele. A mí desde luego me ha cautivado.

Monday 18 July 2011

Un mal día

Hoy todos los voluntarios estamos hechos polvo: un tren se ha llevado por delante a un chico que trabajaba en Prem Dan. Era su segundo día. Le han amputado una pierna entera y de momento parece que está estable, pero le están haciendo escáneres en la cabeza porque tenía una herida muy fea. Tenía además el tórax hundido; así que también le estaban controlando los órganos vitales.
Prem Dan es una de las casas de las Misioneras de la Caridad, y está en una de las zonas más pobres de Calcuta, los conocidos slums. Los voluntarios suelen ir andando, y para llegar allí tienen que atravesar unas vías de tren. Además hay una parte en que se camina muy cerca de ellas, porque el paso es muy estrecho. El chico estaba en ese tramo justo cuando pasaba el tren, y no se sabe muy bien cómo, quizás porque había llovido y el camino estaba húmedo; quizá por la fuerza que la locomotora ejerció al estar tan cerca, el caso es que resbaló y cayó a la vía. La máquina frenó enseguida por lo visto, pero ya era demasiado tarde: se lo había llevado por delante. Todos pensaron que estaba muerto, hasta que una chica lo oyó gritar. Es una americana que vive en el cuarto de enfrente en mi hotel. Soltó la mochila y echó a correr hacia el tren, lo encontró debajo y lo sacó enseguida. Bárbara, la doctora que trabaja conmigo en el dispensario, iba un poco más rezagada, pero cuando vio el jaleo echó a correr y se encontró con el muchacho tendido en el suelo; desangrándose por una pierna que ya era solo jirones. Le hizo un torniquete con la bandana que lleva siempre en la cabeza, otro voluntario encontró una carretilla en una obra cercana y allí lo subieron. Pararon a un rickshaw y se lo llevaron a un hospital… un hospital público.
Ya me han contado cómo son los hospitales aquí. Y no es sólo que casi no tengan medios suficientes, no: es la suciedad que tienen. Os podéis imaginar, los enfermos entran malos de una cosa y acaban pillando otras cuatro más. Éste, cuando recibieron al chico, dijeron que no tenían las medicinas necesarias, que las fueran a buscar a una farmacia. En el hospital no las había porque normalmente la gente que va allí no se las puede permitir.
Iban tres voluntarios con el muchacho: Bárbara, la chica que lo encontró, y el chico que trajo la carretilla. Éste fue el que salió corriendo receta en mano a buscar una farmacia en Calcuta que tuviera esas medicinas. Mientras, los médicos dijeron a las otras dos que tenían que amputar la pierna, pero que no podían hacerlo sin el consentimiento del enfermo o de un familiar. El consentimiento del enfermo estaba fuera de cuestión: decía cosas sin sentido y su mayor empeño era bajarse de la mesa y echarse a andar: estaba como fuera de sí. Pero no se podía esperar a que llegaran los padres de Estados Unidos, porque se moría, así que llamaron a una chica que había venido con su grupo y que se ocupaba de ellos. La muchacha se hizo pasar por su hermana y firmó la autorización. En el hospital sabían que no lo era, pero obviamente no dijeron nada.
Qué peso, qué responsabilidad para esa muchacha. Firmar sabiendo que eso significa que a alguien le van a cortar la pierna enterita. Y ese muchacho de diecinueve años, que vino a Calcuta con toda la ilusión del mundo y que se encuentra con esto el segundo día... ¿entendéis ahora porqué estamos todos hechos polvo? Y eso que no lo conocíamos. Es un pensamiento que no está bien, lo sé, pero no puedo evitar dar gracias por no conocerlo. O más bien porque no le haya ocurrido a nadie de mis amigos. Si estamos así por un perfecto desconocido, ¿cómo estaríamos si le llega a pasar a uno de los voluntarios antiguos, a un amigo?
Hoy no ha habido otro tema de conversación. Y es que además nos hemos dado cuenta de que todos, después de un tiempo aquí, hemos relajado la guardia. Andamos solos por la calle, cruzamos como verdaderos lugareños (no aconsejable para principiantes, eh); vamos, que hacemos muchos excesos. Ayer una chica salió un poco antes de trabajar porque tenía que ir a no sé dónde, y pilló el autobús sola. Cuando se fue a bajar se mareó y se cayó a la calzada. O algo parecido. No lo sabe porque se golpeó la cabeza y se quedó inconsciente. Y no recuerda qué pasó. El caso es que se quedó tendida en la carretera (¡en la carretera! ¡Donde te tienes que pegar con la gente para conseguir un hueco para ti! La podían haber atropellado, pisoteado… Dios) hasta que al cabo de un rato (a saber cuánto) llegó el siguiente autobús con los voluntarios que trabajaban con ella y casi les da un infarto de encontrársela allí en el suelo. Se la llevaron corriendo al hospital. Gracias a Dios no tiene nada, un chichón en la cabeza y un brazo magullado, pero ya está. Moraleja: nunca andar solos por Calcuta. Ya te puedes estar muriendo que nadie te va a hacer ni caso. Están tan acostumbrados, que sólo eres uno más de tantos…

Wednesday 13 July 2011

Espectáculo de danza

¡¡¡¡¡Qué orgullosa estoy de mis niñasssss!!!!! Estoy TAN orgullosa. Esta mañana la hermana me dijo que unas de las niñas tenían una representación esta noche, que si podía ir para hacer fotos: le dije que sí y allá que nos presentamos tres de las voluntarias. Nos montamos en la furgoneta con ellas; iban vestidas como princesitas, maquilladas, con pulseras, tobilleras y mil abalorios más: para comérselas. Bailaron dos canciones las más pequeñas y luego la mayor bailó otra ella sola, una danza que improvisaba según iba sonando la música. Se llama Mary, tiene 14 años y es la mayor de todo Shishu. En realidad tiene un padre adoptivo ya, pero su madre adoptiva murió y como sin ella su casa era un caos decidió volver a Shishu hasta que acabara la escuela.
 ¿Cómo describir la danza india? Tiene unas contorsiones imposibles y todo ello sin perder ni un poquito de elegancia; hacen sonar las tobilleras y hoy era súper gracioso, porque cuando había algún paso que no se sabían, todas seguían a la que manejaba el cotarro, frunciendo el ceño de pura concentración para no perderse.
Hace un par de semanas ya fui a una representación parecida, en una escuela de baile. También eran niños y fue genial; insisto, es increíble que se pueda seguir el ritmo de una música haciendo esos pasos tan complicados.
 El viernes me pegué uno de los sustos más grandes de mi vida. El cielo estaba negro tizón y hacía un calor inhumano. Iba a caer la gorda y nosotros estábamos de camino al dispensario, llegando. Yo, rezando para que aguantara hasta que estuviéramos a cubierto.
En un momento dado hay que cruzar una pasarela que va por encima de la calle. Pues bien, cuando estábamos llegando al otro lado, se oyó un trueno y vimos un rayo caer cerca, y a renglón seguido oímos un estallido y vimos otra luz: un cable había explotado a menos de un metro de donde estábamos.
Me quedé como alelada, confusa; porque en un principio no sabía muy bien lo que había pasado. El estruendo no se parecía a nada de que hubiera oído antes, y lo primero que pensé fue: una bomba. Uno de los voluntarios se reía, pero ni a la otra chica ni a mí nos hizo la menor gracia. El rayo había caído en el patio de un hospital, pero había mucha gente allí y no pudimos ver exactamente dónde.
Cambiando de tema, por fin me he enterado de toda la historia de Regina. A finales de mes la echan a lo peor, dice ella que porque algunas massis tienen celos de ella y se han ido a quejar a la hermana. Dice que la hermana la quiere mucho y eso les fastidia. No sé; pero sí sé que hoy una massi me ha preguntado que dónde estaba mi reloj. Mi reloj que sólo llevé un día a Shishu porque se lo di a Regina al día siguiente de comprarlo. Porque estaba harta de que ella me trajera cosas todos los días y no se me ocurría qué otra cosa ofrecerle. En España no hubiera tenido mayor problema en regalarle algo a una muchacha de su edad, pero en India…los gusto son TAN diferentes que cualquiera se atreve. Total, que espero no haberla liado dándoselo.

Bueno, ¡revolución hoy en el tea time! La nueva voluntaria hablaba perfectamente inglés y bengalí e inmediatamente la hemos puesto a que hiciera de traductora entre massis y voluntarias. Así me enteré de que siempre habían querido hablar conmigo, pero no se atrevían porque no sabían mucho inglés y les daba vergüenza. Ha sido una frustración por ambas partes todo este tiempo. Todas estaban de acuerdo en que les habría encantado haber podido aprender más, pero tuvieron que dejar pronto el colegio. Así que por la tarde compré dos libros de Inglés-Bengalí para que quien quisiera se pusiera al día con la lengua. Y como no quería que volviera a pasar lo del reloj, se los di a la hermana para que los repartiera ella.
Regina me explicó haciendo la colada que ella sólo sabe leer y escribir bengalí. La otra massi que trabajaba con nosotros nos comunicó ufana que ella sí que sabe algo de inglés y dijo que sus hijos también. Regina agachó la cabeza y al cabo de un rato dejó de lavar ropa y se fue a sentar. Cogió una Biblia que una monja había dejado allí cerca y la abrió. Me senté a su lado. “English”, dijo. Se señaló a sí misma y añadió: “No”. Con voz triste. Había un mapa de Israel. “Map”, señaló. Entre Esther y yo le intentamos explicar dónde estaba la India y dónde España. Se ha quedado con la idea de que debemos de venir de muy lejos.
 Esther es una nueva voluntaria, y sólo nos aceptan a ella y a mí para hacer la colada. Christa, que lleva casi un mes en Shishu, quiso unirse hoy y una de las massis no la dejó.
Todas asumen que mi prefe es Regina. Pero tampoco es justo. Es mi prefe porque es la única que se dignaba a hablar conmigo. Porque al principio eran la mar de rancias, me ha costado muchísimo ganármelas, y con ella nada. Le hacías cuatro bobadas y enseguida te seguía el juego. Hoy me he reído muchísimo en la canción de inicio de jornada. Canta genial, pero la canción es aguda a más no poder y tenía que carraspear todo el rato. Christa y yo nos mirábamos y nos teníamos que reír; contagiábamos a Regina; entonces las otras massis la reñían; ella se ponía seria y me daba un codazo para que paráramos nosotras también, pero no había manera. Por cierto que no está segura de su edad porque la recogieron las monjas cuando era pequeña y ellas la criaron. No sabe si encontrará trabajo; pero Ankita (la voluntaria traductora) me dijo off the record que iba a ser muy difícil, porque la gente no quiere contratar a viudas. Creen que trae mala suerte, Y estoy preocupada por ella, ¿Qué va a hacer si no?

Tuesday 12 July 2011

Algunas fotos

Darjeeling


 Recolectando té

 Templo budista

 Newmarket (Kolkata)


 Las niñas de Shishu Bavan. Espectáculo de danza



Mercado

Saturday 9 July 2011

City of Joy

22 de junio

Ayer me pasó una cosa curiosa: estaba durmiendo la siesta tranquilamente en mi cama cuando de repente se abrió la puerta y escuché, “HELLO!” Y era una española a la que no esperaba ver hasta hoy, y menuda ilusión me hizo, que parecía que la conocía de toda la vida. Pero no fue todo; por la tarde fui a comprar mi billete de tren para Delhi (cuatrocientas veintiséis rupias; si lo llego a saber, prontito pago casi cien euros de avión de Delhi a Calcuta) y también estaba allí otra chica con la que había coincidido en Calcuta y en Darjeeling: ¡la India es desde luego un pañuelo!
Cambiando de tema no se ha vuelto a saber del monzón: llueve a ratos, sí; pero ya no se inundan las calles. Hemos vuelto al dispensario y al final no ha sido para tanto. Es verdad que las heridas están reblandecidas por el agua, pero los pacientes se encuentran todos bien; bueno, todos menos una mujer: tiene una capa de pus de tres centímetros de grosor. Cuando la médico la vio, le dijo que allí no se podía hacer nada, que tenía que ir a Kalighat, el hospital que tienen las Misioneras de la Caridad para los que están peor. La mujer dijo que ni hablar. Intentamos razonar con ella y al final accedió: dijo que iba un momento al baño y que ahora volvía. Por supuesto, ni rastro de ella. Han pasado dos días y no la hemos vuelto a ver. Si no va pronto a un hospital, la pierna se le va a gangrenar y se la tendrán que amputar.
No entiendo por qué se negaba a ir a un hospital. Ella señalaba el cielo y decía que pasaría lo que Dios quisiera que pasase. Pero, ¿qué hay de malo en ayudar un poco a Dios a que cumpla su voluntad?
 No es la primera que viene y le da igual perder la pierna: había un hombre que sufría tanto cuando le curábamos su herida (que le corría a lo largo de toda la tibia y tenía una profundidad de unos dos centímetros) que decía que prefería que se la cortásemos.
No sé cómo decir esto de una manera suave, así que aquí va: en mi vida había visto tantos… vamos a decir discapacitados, como los que he visto en estos dos meses en Calcuta: gente que se arrastra en una especia de patinete porque no tiene piernas, o las tiene tan pequeñas que no le sirven; mancos, cojos, ciegos, leprosos…
Es algo tan habitual que supongo que hay como una especie de resignación generalizada, y si te toca cortarte un brazo o una pierna, pues solo serás uno más de tantos. Además, para hacer esas minusvalías más visibles, van por la calle golpeando cacharros de cocina, cantando a voz en cuello o incluso con altavoces. Uno de los que venía al dispensario se quitaba la venda que tan primorosamente le habíamos colocado para que se le vieran mejor las heridas y así dar mas pena. Le salió el tiro por la culata, porque una vez se le ocurrió pedirle dinero a una de las que trabaja en el dispensario (no la había reconocido, o eso espero, porque si no qué pocas luces gastaba el hombre), y ella le dijo que si lo volvía a ver llegar sin vendas, no lo curaba más.
A todo esto, el culebrón en Shishu Bavan sigue. Regina tiene oficialmente en su contra a casi todas las massis y desde luego a la sister al mando. Ayer empezó a discutir con ella, gritándole, y todas las mujeres le chillaban para que se callara y no le contestara a la hermana, pero ella erre que erre, y al ver que tenía todo el mundo en contra, empezó a llorar. Era como una niña malcriada, que se enfada porque no consigue lo que quiere. Yo pensé de verdad que la hermana la iba a despedir, porque no paraba de gritar, así que la cogí del brazo y me la intente llevar de allí, pero se soltó de un manotazo y siguió a lo suyo otro ratito más, hasta que se cansó y se fue a hacer sus tareas. No dejó de gritar en toda la mañana. No sé qué le pasará por la cabeza estos días.
En fin, ayer también fui a misa y bueno, me parece que no os he contado cómo son las misas aquí. Para empezar no hay bancos, así que te sientas y te arrodillas en el suelo. Las novicias se ponen en un lado de la capilla, las monjas en otro, y los voluntarios en otro. En la puerta hay una estatua de la Madre Teresa sentada de lado en el pavimento, al uso de las Misioneras, rezando.
Para los no católicos, durante la bendición de la ostia, la gente está de rodillas. Aquí también, pero cuando suena una campana, todos se inclinan hacia delante, hasta tocar el suelo con la frente. Me recuerda a los musulmanes en las mezquitas. No sé, hay muchas cosas que se han adaptado a la cultura india. Por ejemplo, las monjas no llevan hábitos normales, llevan un sari. Y volviendo a la misa, durante la celebración hay un momento en que se desea la paz a los que te rodean. En España les das la mano o, si es gente cercana a ti, le das dos besos. Aquí no: aquí juntas las palmas de las manos en un silencioso namaste y te inclinas respetuosamente en la dirección del que saludas.
La novicia que está empeñada en que vaya a misa me vio y a través de la sala me envió su namaste. Luego me dijo que todas las noches reza por mí y me sentí muy bien al oírlo. Como… protegida. La sensación no dura mucho; unos tres segundos, pero oye, son tres segundos la mar de agradables.
 Esa hermana estuvo ayer cuidando a una niña que tiene epilepsia. Por la mañana le había dado un ataque y estaba rendida; había tenido convulsiones y había perdido el conocimiento. Ahora tenía fiebre y dormía. La hermana le sostenía un pañuelo húmedo en la frente y la acunaba. En voz baja me explicó que la mayoría de los niños de Shishu tienen alguna enfermedad. Su sistema inmunológico es bastante frágil. La sister al cargo se suele pasar la mañana atendiéndolos en la enfermería. Y es que si uno coge una enfermedad, el resto de la clase la contrae acto seguido. Y luego están los golpes que se arrean unos a otros. Porque menudos mamporrazos se pegan: si uno le quita un juguete a otro, el que se queda con las manos vacías corre detrás del ladrón y le suelta una galleta donde primero le alcance.
Aparte que muchos son un poco suicidas; se ponen a saltar en una colchoneta gigante que tienen y no se dan cuenta de que aunque enorme no es infinita, que en algún momento se acaba, así que los angelitos saltan con todas sus ganas y claro, luego se pegan unos porrazos espectaculares.

26 de junio

Hemos ido a ver una película de Bollywood, Ready; y toda una experiencia. Para empezar las canciones son súper conocidas, las conocía hasta yo; están en los tuc tucs que pasan a tu lado en la calle, en los móviles de todos los viandantes; vamos, que es imposible no conocerlas. Cuando salía una de estas canciones, la gente se ponía a aplaudir, a silbar y a cantar con un deleite que era para verlo.
 La película por supuesto era en hindi (o en bengalí; que todavía no sé distinguirlo) y cuando salí de allí tenía un dolor de cabeza espectacular por intentar entender lo que decían. No sé qué leches esperaba entender, si no había ni subtítulos; el caso es que después de tres horas de película estaba para el arrastre. Encima no era la típica película bollywoodiense que es sota caballo y rey, no. Nos tocó la complicada. Un desastre, pero la mar de divertido. En medio de la película el protagonista se puso a mear contra una pared y en la pantalla salió escrito: pee break. O sea, que cuando hicieron la película, ya la rodaron calculando esta pausa tan importante para las vejigas del pobre público que no sabía que la película duraba tres horas. Ah y otra cosa que me hizo muchísima gracia fue cuando el protagonista, un cachas cuyas camisetas parecían a punto de explotar, se quedó con el torso al descubierto y la gente (hombres en abrumadora mayoría) se volvió como loca: simplemente genial.

Thursday 7 July 2011

Con un poco de retraso...

21 de junio
Trece días: ¡me quedan trece días en Calcuta! Y de repente descubro que es adictiva; que le he tomado cariño y que no me quiero ir: toma ya; quién me lo hubiera dicho esa primera semana en que no sabía en donde meterme:
me encanta ir a trabajar a Shishu; me lo paso pipa yendo de aquí para allá;  le he pillado el tranquillo y ya no hay marcha atrás, me encanta. Me he esforzado por ganarme a las massis aprendiéndome sus nombres; tarea nada fácil cuando tienen Nombres como Dipali; Sunitja; Nirmala; Bjalou; etc. Y tengo mi favorita, claro: Regina. Ya que no puedo tener un niño favorito, por lo menos una massi favorita. No tiene ni idea de inglés y yo por supuesto de bengali tampoco, así que nuestras conversaciones son un cuadro. Me lleva a rastras cuando las massis se reúnen para rezar, me pega manotazos si ve que cruzo los brazos durante la oración, y me riñe si ve que me quito el bindi (el lunar rojo que suelen llevar en la frente).
Me quiere indianizar  a toda costa; ayer se empeñó en redecorar mi pulsera (su apaño se ha roto;  así que me ha dicho que mañana me traerá un hilo para arreglarlo) y hoy me ha plantado dos horquillas en el pelo. Su gran ilusión es que vaya un dia vestida con un sari, pero todavía no he conseguido hacerle entender que no vale la pena porque no me lo pondría JAMAS en España. Tiene veintisiete años, es viuda y tiene un hijo de nueve años; por Dios, ¡si solo me lleva tres años! Se sabe que es viuda porque ya no puede llevar el bindi rojo; como mucho puede dibujarse un lunar negro.
Hoy estaba fuera de sí con otra massi. A ver, normalmente siempre se gritan entre ellas, así que al principio no noté nada raro. Pero de repente, las tres hermanas que estaban haciendo la colada la rodearon y la intentaron calmar; ella por supuesto no les hacía ni caso y seguía dando voces. La hermana en cargo dijo que desistía; que estaba mal de la cabeza y que cuando se ponía así no había nada que hacer. La verdad es que estaba irreconocible; su alegría habitual se había esfumado completamente.
No es la primera vez que se enfada con esa massi; el otro día nos dijo algo malo de Regina y cuando le pedimos a una niña que nos tradujera, Regina no quiso. Además se puso muy triste, y como es mi favorita, pues ahora la otra me cae muy mal. También es cierto que tiene cara de mala leche y eso quieras que no te condiciona.
Hoy estoy hecha polvo: quise levantarme para ir a misa, pero no pude (sí, está hecho, ya que me quedan tan pocos días, ¿por qué no ir?). En la lavandería estaba hoy la hermana que el primer día se empeñó en que rezara el rosario con ella. Como vio que ya me lo sabía, directamente y me preguntó que por qué no me metía a monja. Me quedé en estado de shock. Le dije que no y me preguntó, ¿pero por qué no?

¿Por qué no? Podría haberle dicho mil cosas: porque Dios libre al mundo de una monja como yo; porque a ver quién me tiene a mí encerrada en un convento, levantándome a las cuatro de la mañana para rezar, teniendo que obedecer todo lo que se me diga sin rechistar. ¡Si llevo tres días seguidos yendo a misa y es mi récord personal! Pero bueno, básicamente, porque no. Total que sólo se me ocurrió responderle que no era lo suficientemente buena persona para ser monja. La discusión quedó ahí y más tarde, mientras yo estaba cambiando las sábanas, entró ella en la habitación. La saludé y me aparté para dejarla pasar. Me sonrió, me tocó la cara y a lo Jesucristo Superstar me dijo: sí que eres lo suficientemente buena.
Una amiga mía se ha reído ya de mí y me ha dicho que tenga cuidado, que voy a volver con el cerebro lavado.
No es eso para nada: es que estas monjas son diferentes. Creen de verdad en lo que hacen, y son felicísimas haciéndolo. Tienen tanta fe, tanta paz interior, que te la transmiten de sólo estar con ellas. Yo soy un poco cínica con respecto a la Iglesia católica, pero aquí no puedo; y cuando la sister me dijo eso, sentí que tenía que explicarme. Le dije que yo admiraba la capacidad de sacrificio que tenían ellas todas, pero que yo no tendría fuerzas para llevar la vida que llevan ellas. Me contestó que era normal, que esa fuerza te la da Dios cuando te llama. Claro, le dije; entonces lo que pasa es que a mí todavía no me ha llamado. Y ahí ya me aclaró ella: no tiene por qué ser para monja, ¿eh? Yo, obviamente, aliviada.
Por cierto que ha sido la primera persona que me pregunta mi nombre: es curioso; yo partiéndome la cabeza con la gente; y aquí les da tres leches: mira que solo somos dos voluntarias, ¡que no es difícil! Pues no; con el “aunty, aunty” tienen suficiente. Que una lleva mes y medio aquí y que ya era para que te llamaran por el nombre, pero no. Solo Regina y ahora esta sister lo saben. Frustrante, cuanto menos. 
Me dura el efecto tranquilizador de la hermana Ciara (se llama así). Me encantaría poder guardarlo en algún lado, un sitio que esté bien cerrado; no sé, envasarlo al vacío estaría bien, para que no se disipara ¿entendéis a lo que me refiero?
Estoy mala; tengo un resfriado atroz porque no hay día en que no me moje tres o cuatro veces; estoy hecha polvo continuamente y sin embargo trabajando me viene una energía de no sé dónde; una alegría que hace que siempre tenga una sonrisa en la boca… Esto lo hace la India nada más. Por eso no me quiero ir.