Monday 18 July 2011

Un mal día

Hoy todos los voluntarios estamos hechos polvo: un tren se ha llevado por delante a un chico que trabajaba en Prem Dan. Era su segundo día. Le han amputado una pierna entera y de momento parece que está estable, pero le están haciendo escáneres en la cabeza porque tenía una herida muy fea. Tenía además el tórax hundido; así que también le estaban controlando los órganos vitales.
Prem Dan es una de las casas de las Misioneras de la Caridad, y está en una de las zonas más pobres de Calcuta, los conocidos slums. Los voluntarios suelen ir andando, y para llegar allí tienen que atravesar unas vías de tren. Además hay una parte en que se camina muy cerca de ellas, porque el paso es muy estrecho. El chico estaba en ese tramo justo cuando pasaba el tren, y no se sabe muy bien cómo, quizás porque había llovido y el camino estaba húmedo; quizá por la fuerza que la locomotora ejerció al estar tan cerca, el caso es que resbaló y cayó a la vía. La máquina frenó enseguida por lo visto, pero ya era demasiado tarde: se lo había llevado por delante. Todos pensaron que estaba muerto, hasta que una chica lo oyó gritar. Es una americana que vive en el cuarto de enfrente en mi hotel. Soltó la mochila y echó a correr hacia el tren, lo encontró debajo y lo sacó enseguida. Bárbara, la doctora que trabaja conmigo en el dispensario, iba un poco más rezagada, pero cuando vio el jaleo echó a correr y se encontró con el muchacho tendido en el suelo; desangrándose por una pierna que ya era solo jirones. Le hizo un torniquete con la bandana que lleva siempre en la cabeza, otro voluntario encontró una carretilla en una obra cercana y allí lo subieron. Pararon a un rickshaw y se lo llevaron a un hospital… un hospital público.
Ya me han contado cómo son los hospitales aquí. Y no es sólo que casi no tengan medios suficientes, no: es la suciedad que tienen. Os podéis imaginar, los enfermos entran malos de una cosa y acaban pillando otras cuatro más. Éste, cuando recibieron al chico, dijeron que no tenían las medicinas necesarias, que las fueran a buscar a una farmacia. En el hospital no las había porque normalmente la gente que va allí no se las puede permitir.
Iban tres voluntarios con el muchacho: Bárbara, la chica que lo encontró, y el chico que trajo la carretilla. Éste fue el que salió corriendo receta en mano a buscar una farmacia en Calcuta que tuviera esas medicinas. Mientras, los médicos dijeron a las otras dos que tenían que amputar la pierna, pero que no podían hacerlo sin el consentimiento del enfermo o de un familiar. El consentimiento del enfermo estaba fuera de cuestión: decía cosas sin sentido y su mayor empeño era bajarse de la mesa y echarse a andar: estaba como fuera de sí. Pero no se podía esperar a que llegaran los padres de Estados Unidos, porque se moría, así que llamaron a una chica que había venido con su grupo y que se ocupaba de ellos. La muchacha se hizo pasar por su hermana y firmó la autorización. En el hospital sabían que no lo era, pero obviamente no dijeron nada.
Qué peso, qué responsabilidad para esa muchacha. Firmar sabiendo que eso significa que a alguien le van a cortar la pierna enterita. Y ese muchacho de diecinueve años, que vino a Calcuta con toda la ilusión del mundo y que se encuentra con esto el segundo día... ¿entendéis ahora porqué estamos todos hechos polvo? Y eso que no lo conocíamos. Es un pensamiento que no está bien, lo sé, pero no puedo evitar dar gracias por no conocerlo. O más bien porque no le haya ocurrido a nadie de mis amigos. Si estamos así por un perfecto desconocido, ¿cómo estaríamos si le llega a pasar a uno de los voluntarios antiguos, a un amigo?
Hoy no ha habido otro tema de conversación. Y es que además nos hemos dado cuenta de que todos, después de un tiempo aquí, hemos relajado la guardia. Andamos solos por la calle, cruzamos como verdaderos lugareños (no aconsejable para principiantes, eh); vamos, que hacemos muchos excesos. Ayer una chica salió un poco antes de trabajar porque tenía que ir a no sé dónde, y pilló el autobús sola. Cuando se fue a bajar se mareó y se cayó a la calzada. O algo parecido. No lo sabe porque se golpeó la cabeza y se quedó inconsciente. Y no recuerda qué pasó. El caso es que se quedó tendida en la carretera (¡en la carretera! ¡Donde te tienes que pegar con la gente para conseguir un hueco para ti! La podían haber atropellado, pisoteado… Dios) hasta que al cabo de un rato (a saber cuánto) llegó el siguiente autobús con los voluntarios que trabajaban con ella y casi les da un infarto de encontrársela allí en el suelo. Se la llevaron corriendo al hospital. Gracias a Dios no tiene nada, un chichón en la cabeza y un brazo magullado, pero ya está. Moraleja: nunca andar solos por Calcuta. Ya te puedes estar muriendo que nadie te va a hacer ni caso. Están tan acostumbrados, que sólo eres uno más de tantos…

2 comments:

  1. Vaya palo!, :-( , espero que se recupere bien el chico, y en cuanto a ti: mucho ánimo y mucho ojo también.

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  2. Ya está de vuelta en EE.UU. Para su familia ha sido peor =(

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