Sunday 24 July 2011

Last day

Es que fue uno de esos días en que todo se junta: me levanté a las cinco y media para ir a misa; luego estuvimos raspando camas en Shishu. Después del té, estaba paseando hablando con las massis cuando la hermana nos llamó, que si queríamos ir a una función a la que los niños estaban invitados, para controlarlos. Dijimos que sí y allá que fuimos. Hubo discursos, concursos de recitales de poesía en bengalí (que los niños vivían cuando las declamaban; qué pena que no entendiéramos nada) y, sobre todo, danza: el público se volvía loco con las canciones (adivinad cuáles… sí, efectivamente, las de la película que fuimos a ver. Asombradísima estaba yo de que hubieran escogido precisamente esas). Total, que entre una cosa y otra, eran las dos de la tarde cuando llegué al hotel. Había quedado con mi compañera de habitación una hora y media antes, porque se volvía ayer a España, para comer juntas por última vez. Era también el último día de Christa; así que también se vino. Comí en cinco minutos, porque a las dos y cuarto había quedado con Bárbara para ir al dispensario. Encima se me indigestó la comida porque fue cuando me enteré de lo de David, el chico del tren. Bárbara por supuesto no fue al dispensario porque estaba con él. Y por supuesto ayer el dispensario estaba a tope. De cinco que estábamos, tres eran nuevas, otra era yo (que cuento como media) y el único que funcionaba a tope era un enfermero. Terminamos tres cuartos de hora más tarde de lo normal, con el encargado echándonos a escobazos porque tenía que cerrar. Volví corriendo con otra voluntaria, porque habíamos quedado para ir a ver un concierto de música tradicional bengalí e íbamos con media hora de retraso.
El concierto estuvo muy bien, si no fuera porque no tenía el ánimo para disfrutarlo. Ya subiré las fotos, pero era un tipo de música relajante, que invitaba a la meditación (o a una siesta si estabas muy cansado), con un cantante cuya voz se confundía con la especie de violín que un músico tocaba a su lado (su sonido era como un lamento… podía ser agradable o desquiciante. Una vez más, todo dependía del ánimo que tuvieras en ese momento). Todas las canciones empezaban muy suaves y acababan en una especie de clímax. Y el canto del vocal se parecía un poco al flamenco andaluz, con mucho gorjeo y sosteniendo mucho la nota. Como dijimos todos, fue… interesante. No fue el concierto más alucinante al que haya ido en mi vida, pero tampoco estuvo mal. Decididamente, interesante es la definición ideal.

Días después...

Estoy sentada en el aeropuerto de Moscú, y sólo hago revivir mi estancia en Shishu Bavan. Cómo me gustaría estar allí ahora mismo. Echo de menos a mis niños, sobre todo a Shiny, que en cuanto me veía venía corriendo hacia mí con esa sonrisilla pícara que tenía dibujada siempre en la cara y me plantaba un beso todo húmedo en la mejilla. Para comérsela, yo me la hubiera traído para España escondida en la maleta. Y Marelda, que siempre saltaba en la colchoneta grande esperando a que la cogiera en brazos y la tirara encima. Nilam lloró porque me iba. Jamás pensé que lo haría. Era mi fotógrafa personal, en los viajes siempre nos sentábamos juntas, pero con tantos voluntarios como pasan por el centro, no me lo esperaba. Y me partió el corazón. Le he prometido que le escribiría. Tengo una amiga que va a ir a Calcuta pronto, le daré la carta a ella. Adelanto más así que mandándola por correo, que tarda un mes.
Tampoco me esperaba lo de Shonda, la massi con la que hacía la lavandería. Manda narices, con lo seria que parecía, y cuando le dije que era mi último día, se le puso cara triste y me plantó dos besos en la cara, que todavía debo de tener la marca en el moflete. Para mí que es la forma más fuerte que tienen de despedirse, se le veía muy sentido.
Yo creo que es la manera que tienen de protegerse (lo de ser todo seriotas). Cada año llegan tropecientosmil voluntarios que al poco tiempo se van, y debe de ser muy duro encariñarse con alguno. Pero yo tuve la suerte de quedarme dos meses y además les hizo tanta gracia que intentara aprender bengalí que enseguida me vieron con mejores ojos. Yo andaba dando vueltas por Shishu con mi libro de “Aprende bengalí en un mes” en mano y cada vez que me cruzaba alguna la paraba, abría el libro y le decía las cuatro palabras que había aprendido esa mañana. Se reían de mí todo el rato. Pero eso también me hizo hablar más con ellas, con todas en general, y no sé si será coincidencia o no, el caso es que ahora hay menos peleas con Regina. Estoy casi segura de que tuve algo de culpa ahí. Porque en la última semana no ha reñido casi con las otras massis, y al final la hermana no la ha despedido. Con lo cual estoy la mar de feliz.
Los últimos días la muchacha me trajo galletas para el desayuno, y me las daba cuando nadie miraba. Desde luego, qué generosa es esta gente. Porque justo la última tarde que estuve en Shishu recibían la paga del mes y yo vi cómo cobraban. Esperaban a la puerta de la sister y una a una iban entrando y recibiendo el sobrecito.  Muy orgullosa Sumitra me enseñó cuánto: 3950 rupias. No está mal, a ver, se puede vivir con eso en Kolkata, pero si lo traducimos, en realidad no llega a los 70 euros. ¡Al mes! Y aún así Regina se para a comprarme galletitas.
Estoy un poco grogui por el viaje que he hecho, así que ahora mismo voy escribiendo según me voy acordando de las cosas… Por ejemplo, viniendo a Moscú iba mirando el mapa de por dónde íbamos pasando. Hemos sobrevolado Pakistán, Afganistán, Uzbequistán, y por supuesto, Rusia. Afganistán es… ahora entiendo por qué no fueron capaces de encontrar a Bin Laden ahí. Con tanta montaña… ¡normal! Ni un poblado se veía. Cuando pasamos por Kabul, casi ni me enteré. Luego, desierto. Diréis que normal que no viera nada, que iba en un avión. Pero es que volábamos muy bajo. De hecho, un poco más adelante vi perfectamente campos de labranza y muchos pueblos. Por eso deduje que habíamos dejado Afganistán. También atravesamos un mar interior, no sé cuál… ¡mi geografía está bastante peor de lo que pensaba!
Y ahora estoy en Rusia, que parece coña. Y son tan… rusos que me hace muchísima gracia. Se les ve de lejos, tan altos y tan… pálidos. En la India no duraban ni tres asaltos. Con un carácter por cierto que telita. En el Duty Free había una dependienta que no paraba de resoplar y de poner caras cada vez que un inocente cliente (chino y  pequeñito, ¡pobre!) le ponía cosas que quería comprar en su mostrador. Pensé que se lo iba a cargar si ponía un solo objeto más.
Creo que gracias se dice spasivo o algo así. Evidentemente no se lo pregunté a esa dependienta.
Se acabó la aventura de la India. Toda la gente me preguntó que si voy a volver. Y por supuesto, he dicho que sí. Pujita, una de las niñas que bailaron, me dijo que vale, que last day, el sábado, pero que el lunes volviera. Le expliqué unas ocho veces lo que significaba “último día”, pero luego me di cuenta de que lo había entendido a la primera. Le tuve que acabar diciendo que no iba a ser posible. Y lo que me parte el corazón es que cuando vuelva ella ya no estará. Ni nadie de su grupo: los gemelos, Pritash y Pritam, tan parecidos que siempre tenía que preguntar quién era quién; Nandanan, la niña que se moría de risa cada vez que le decía que el baile que había hecho era shundoor, shundoor, (precioso, precioso); ni siquiera Nilam, que a sus once años ha decidido ahora que quiere ser adoptada. Se va a Italia al año que viene, ya tiene familia y todo.
Es que ha sido perfecto y espero poder sentir de esta manera cuando llegue a España. Tres días después y todavía me parece ver a Nilam llorando, a Regina entrando y saliendo cada dos por tres. Primero en la lavandería me dio a escondidas su número de teléfono, y luego me hizo llamarla para ver si funcionaba o no. Dio la llamada, pero al día siguiente por la mañana alguien me llamó desde ese número preguntando por qué había llamado allí. O sea que no me sirve. Tampoco es que hubiera podido mantener grandes conversaciones con ella, visto mi limitado bengalí, pero bueno, cualquier forma de no perder el contacto con aquello es bienvenida en estos momentos.
No contenta con eso, después de hacerme llamar por teléfono Regina se fue a la lavandería y al rato volvió (yo no sé cómo Shonda no la mató esa tarde, tanto escabullirse) y pidió a Nilam papel y boli. Y me escribió su dirección. En… bengalí. Ahí la tengo, que la intenté descifrar pero no hay tu tía, obviamente. Tengo el alfabeto en mi súper libro de aprender bengalí en un mes, pero a mí todos los caracteres me parecen exactamente iguales.  
Sigo con mi delirio literario (sólo he dormido dos horas en un aeropuerto, y mal porque tenía miedo de no despertarme y perder el vuelo). La última noche Harry, el dueño de mi hotel, que nos mima como cosa mala, además de la tradicional samosa (típico snack indio, que nos ha estado dando cada noche para picar) me ofreció una habitación doble para mí sola. Yo esa noche supuestamente tenía que dormir en una mini habitación con Esther y Paloma, las voluntarias de Shishu Bavan (digo mini porque era individual y nos íbamos a plantar tres allí), y hete aquí que me da esa. ¡Hombre majo donde los haya! Le dije a Cora, mi compañera de habitación casi toda mi estancia, que se viniera la última noche, que tampoco era plan de pasarla sola.
El último día todos los voluntarios te cantan una canción que dice thank you, love you, miss you. Qué mal lo pasé. Pero por la noche fue peor, porque estábamos solo nosotros, el grupo de amigos, y me la volvieron a cantar y ahora mismo lloro de pensar en todo lo que dejé allí y lo feliz que he sido en estos dos meses.
Anteayer cogí el tren a Delhi por la mañana y aunque es muy barato, dura… veinticuatro horas. Que se me pasaron volando, y yo soy la primera sorprendida. Dormí casi todo el rato, tendría mucho que recuperar. O igual de pura perritis aguda. Pero sí que es verdad que el sábado había ido a trabajar mañana y tarde, porque quería aprovechar mi último día en Shishu. Y el viernes sólo fuimos dos voluntarios al dispensario, y por supuesto fue el día que eligieron los pacientes para venir en masa.
¡¡Veintitrés!! Limpiamos heridas a velocidades nunca vistas, pusimos parafina y betadine, vendamos... Menos mal que la mayoría de los casos ya estaban mejor. Porque otras veces vienen en un estado… El otro día saqué mis primeros gusanos. Doce animalitos en total. Bárbara me avisó que afuera había un hombre esperando y que tenía larvas. Automáticamente le dije, ni pienses que lo voy a hacer yo, en cuanto entre te lo quedas tú. A los dos minutos entró un viejecito la mar de entrañable con una herida en el tobillo. La parte de abajo la tenía negra, con agujeros. Me miró y movió el dedo imitando una lombriz. Mierda. ¡Casi me muero del susto! Pero tampoco lo iba a dejar ahí plantado al hombre, estaba feo. Así que, resignada, le pregunté a Bárbara qué había que hacer. Pedí fenol al encargado y pinza en mano me puse a excavar en la carne negra del señor en busca de las dichosas larvitas. Las dos primeras me dieron mucho asco, pero luego le pillé el gusto y me propuse no dejar una sola que molestara al pobre hombre. Lo cual me demuestra que tengo mucho más estómago del que pensaba. Y el viernes estaba genial el señor, que solo le sacamos dos bichitos. Ese día fue como mi bautizo de fuego. No podía pasar los pacientes que estaban peor al otro voluntario, o no acabaríamos nunca, así que tuve que hacer de todo.
Y ayer en Delhi, fue simplemente excelente. Me encontré con dos voluntarios de Shishu, que habían seguido viajando por India, y me llevaron a Haus-kha Village, a las afueras de Delhi, donde había un complejo que antaño había sido una madraza (una universidad) y un lago precioso, aparte de unas mil boutiques. Y fue genial encontrarse con alguien a más de mil kilómetros de distancia, y encima voluntarios, que recordemos que con dos días que nos conociéramos ya éramos íntimos.
Aquí estoy, en el aeropuerto de Moscú. Esta noche me quedaré a casa de otra voluntaria, la española que apareció antes de tiempo en el hotel. ¿Se nota que intento alargar la ilusión de India lo más posible? Me acuerdo de la primera semana en Kolkata, cuando me quería ir a cualquier precio. Y mira ahora. Dicen que la India te conquista o te repele. A mí desde luego me ha cautivado.

1 comment:

  1. Jo que bonito, me da pena hasta a mi!

    Desde la distancia física, y sobre todo la ignorancia de encontrarme en situaciones como las que has vivido, me da la impresión de ser una experiencia que te cambia por completo. Por no hablar de la cantidad de profesiones que has podido aprender en estos 2 meses.

    Te copio el comentario que te puse en "City of Joy" que quedó pa'trás y ahora me viene al pelo:

    [Otra cosa, tengo entendido que no te queda mucho tiempo por esos lares y tengo una sensación agridulce, por un lado espero que vengas pronto y podamos tomar un Chai mientra me cuentas más aventuras, pero por otro me da pena que no haya más "Cuadernos de Bengala"... ]

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