Saturday 28 May 2011

Aventuras varias


24 de mayo
Lo de ser voluntaria se pone cada vez más difícil. Ayer me disponía a ir con mis niños cuando vi a la hermana Juana de Arco (se llama así) moviendo camas de un lado para otro. Le dije que si quería ayuda y me dijo, no no, tú has venido para estar con los niños, este trabajo es muy duro, déjalo… La miré con cara de, vale, eso significa que te ayudo, ¿no? Y ella bueno vale, pero en cuanto te canses o te aburras lo dejas, ¿eh? Allá que me fui a mover camas con ella y cuando acabamos le pregunté, ¿y ahora qué?, y me contestó que todavía quedaban muchas, muchas camas a las que quitar la pintura. Así que por bocazas acabé haciendo lo de todos los días. Aunque lo de hoy adquiere ya tintes distintos.
Hoy había 5 nuevas voluntarias. Cuatro las había reclutado la monja esta que llegará a santa de pura paciencia, y otra la había reclutado yo: Fiona. Las otras cuatro las tenéis que ver. Parecen las Mujercitas de Louise M. Alcott (se lo dije a ellas tal cual). Igualitas, con trenza en el pelo, pañuelo alrededor de la cabeza, muy blanquitas, muy modositas. Me contaron que ellas no eran ni católicas ni protestantes ni nada por el estilo, simplemente cristianas, que en EE.UU. iban a una especie de misa en que alguien leía un pasaje del libro y luego todo el mundo hablaba sobre cómo interpretarlo, y que se cantaban canciones (pero no en plan misa española que como mucho te acompaña el órgano, no; allí van a lo grande y lo mínimo es una guitarra acústica y una batería). Luego salió el tema de llegar virgen al matrimonio (para ser sinceros lo saqué yo; estaba segura de que ellas estaban esperando a casarse para… eso y, efectivamente, eso hacían). Una de ellas ya estaba prometida y bromeaba diciendo que por eso se casaba tan joven (tiene veintitrés). Otra me dijo que estaba científicamente probado que una pareja tenía más posibilidades de éxito cuantas menos parejas hubieran tenido los dos, porque si se había tenido muchas previamente, no había mucha confianza en el otro (en plan ya ha dejado a más personas, por qué no me va a dejar a mí). Entonces, con esta persona (tu primera pareja) pues primero cultivas todo y dejas el sexo para el final, porque si no te centras demasiado en eso y el resto no florece debidamente, según dijo una que ella misma había experimentado (yo parafraseo).
Una no deja de encontrar todo tipo de puntos de vista en los lugares más raros. Porque a todo esto, entre opinión y opinión (éramos dos españolas, una polaca, una canadiense y las cuatro americanas, así que había para todos los gustos), seguíamos quita que te quita pintura amarilla (amarillo viejo, así como de papel que se ha mojado, esta noche me sueño con ella fijo). Pero esta vez la polaca había traído herramientas nuevas, porque no había suficientes. Y todas eran unas lijas de acero, con un borde de sierra y los otros tres afilados.
CATORCE. Catorce cortes en mis dos manitas, que los he contado. Me duele abrir y cerrar el puño, y ya no digo aplaudir (lo he hecho en algún momento del día, no me preguntéis para qué, y he visto las estrellitas).
A la tarde he ido a una ceremonia que sólo se celebra una vez al año. Las monjas de esta orden se comprometen de por vida a ser castas, pobres, obedientes, y atender de todo corazón y gratis a los más pobres de los pobres (tomado literal de sus votos). En la iglesia (sí, ¡he ido a una misa en la India!), no cabía un alfiler, porque estaban todos los familiares y eran muchas las monjas que se comprometían. Luego han firmado y todo. Y luego no sé qué más ha pasado, porque yo había quedado para cenar, iban dos horas de ceremonia y todavía tenía pinta de durar otro rato. Pero creo que no fui la única a la que se le hizo pesado. Lo deduzco porque en el banco que había al lado mío había dos niños tendidos en el suelo durmiendo a pierna suelta y a ambos lados sus madres dormitaban con la cabeza apoyada en el banco de delante. En el lado de los hombres (sí, se sientan separados) pasaba lo mismo, aunque alguno era un pelín cuidadoso y echaba cabezaditas algo más disimuladas.
Total que a las dos horas me fui y tenía treinta minutos para estar de vuelta en el hotel. A la entrada de la iglesia había un rickshawallah de bicicleta aparcado. Desperté al hombre y le dije dónde quería ir, me pidió 30 rupias, me pareció perfecto y me monté. Y me arrepentí al medio minuto. El hombrecito pesaría 50 kilos como mucho, era mayor (o quizá no tanto, después de los 25 años de aquella sami…) y le costaba mucho, pero mucho, pedalear. Nos adelantaba todo kiski y yo estaba sufriendo del esfuerzo que hacía el pobre. Pero es que encima por lo visto no podía salir de una determinada zona, así que me dejó en una parada de taxis (yo, flipada, que aunque tuviera muy mal sentido de la orientación, estaba bastante segura de que aquello NO ERA mi calle), y tuvimos que buscar a un perfecto desconocido para que nos tradujera. Todos los taxis me querían timar y al final encontré a uno que accedió a ponerme el taxímetro, porque no sabía cómo funcionaba lo de Sudder Street, de hecho no conocía la calle, de hecho nos perdimos y de hecho acabé tardando lo mismo en volver (yendo en taxi) que yendo hacia la iglesia (a pata). Me dejo aquí apuntado que nunca coja un medio de transporte público si tengo algo de prisa. No merece la pena tanto sufrimiento.
Nota a pie de página: número de personas en tuc-tuc (scooter de tres ruedas) hoy, 6 (más el conductor). Ni siquiera veía por dónde iba, con una de las Mujercitas sentada encima de mí. 

1 comment:

  1. Si pillas una cámara puedes crear tu propia versión de mujercitas pero en plan Bollywood ;-)



    Por lo que cuentas tus amigas Yanquis deben pertenecer a alguna de las múltiples Iglesias Evángelistas existentes en Estado Unidos, en la que también se canta y sobre todo se estudia y comenta pasajes de las escrituras (oye me voy a hacer el asesor religioso del Blog, sin pretenderlo)



    Cuida tus manos, que son tu herramienta de trabajo!

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